Desde hace eones la pareja divina se desplaza en nuestra órbita en un ballet cósmico. Los movimientos astrales encuentran sus anclajes en la tierra, acunando nuestras mareas, empujando nuestras montañas. Como es arriba, es abajo.
Dos rocas evocan esta ocultación transitoria entre cuerpos celestes: el astro rey se recoge en las sombras de una luna iraní.